domingo, 28 de julio de 2013

Industria Nacional


Los barra bravas son lamentablemente un producto argentino. Famosos por su ferocidad, salvajismo y organización; son por lejos una institución que nada tiene que ver con los demás exaltados por el fútbol.

Los Hooligans, sus parientes mas cercanos, resultan una humilde horda de borrachos comparados con nuestros fieros inadaptados. A los Hooligans les impide prosperar el accionar de su policía. Aquí en cambio, la nuestra, hasta los escolta a los estadios.

Se ejerce sobre ellos un control casi paternal. Se los vigila desde helicópteros y motocicletas. De tanto se los gasea o se los baña con mangueras de alta presión. Pero no se contempla siquiera prohibirles el acceso a los estadios y mucho menos, someterlos a los severos controles de  acceso que sufren los aficionados comunes y corrientes. Pareciera ser privilegiados.

Gracias a ellos, los estadios de fútbol argentino son como trampas mortales donde la probabilidad de dar con un psicótico es altísimo. Ir a la cancha es una actividad de alto riesgo. Es como abrir la puerta de un mundo tenebroso.

El estadio de fútbol es un micro hábitat donde aun impera la edad de piedra. Bien puede en ello; verse aun  el comportamiento  de la horda primordial. Todo es un grito de guerra permanente, donde el alarde testicular y la provocación incesante son como la actividad principal. La amenaza del desborde y la destrucción están latentes en el aire. Pareciera haber en ello una fascinación que atrae a las multitudes. Es como si el fútbol como deporte solo fuera una excusa para poder llevar adelante ese rito salvaje de 90 minutos.

Entonados por el alcohol de mala calidad,el cannabis y la cerveza, el barra brava es el amo de la celebración. Amerita su condición el simple hecho de ser salvaje de verdad. En sus filas encontramos a toda clase de delincuente. Gente que ha vivido las peores situaciones que una persona puede vivir. Miseria, encarcelamiento, abuso sexual, etc,etc. 

Con la simple lógica de que su resentimiento es justificado y que por ende su salvajismo es legitimo, el barra pasa de victimario a victima. 

Con la aguda astucia que caracteriza a todos los marginales en saber explotar el "buenismo" progre. Se enganchan tras el tren de los explotados, mientras que por abajo son tan explotadores como un capitán de navío de trafico de esclavos.

Manejan hábilmente una gama de negocios de "servicios", como por ejemplo la de establecer playas de estacionamiento en las calles publicas en los alrededores de los estadios. Libres de todo control, someten a la concurrencia a una especie de "peaje" de acceso. Son los famosos trapos, marginales que durante la semana a veces extienden el negocio a las calles de la ciudad y suele vérselos gastando lo que recaudan en botellas de cervezas. Ni hablar de la venta de drogas que se vende en los estadios. Allí dentro es posible colocarse con tan solo respirar.

Dentro de ellos, una rígida jerarquía los ordena y disciplina en grupos organizados. Los niveles se ganan a base de "huevo", es decir, de la capacidad de poder ser verdaderamente temible. No obstante, en las cimas de la jerarquía, el salvajismo se atenúa y predomina el maquiavelismo. Poder dirigirlos requiere de un tipo que sepa pensar, que genere ganancia, que tenga contactos políticos y que sepa negociar. Ser capo barra brava es una actividad bien lucrativa y también bastante peligrosa. Es un ambiente sumamente competitivo y no exento de la habituales luchas por el control total.

Mas allá de las particularidades de estos grupo de inadaptados, su existencia es una derrota de el orden civilizado. Allí donde prospera la barbarie es señal de que la civilización muere. Quizás la historia de las sociedades no sea mas que esta eterna lucha entre lo civilizado y lo salvaje. Pero una cosa es cierta. Difícilmente allí donde halla barbarie pueda haber progreso. El inicio del siglo XXI parece adolecer de una tendencia hacia el progreso. Es una rara mezcla de WI-FI con arcos y flechas. Demasiada gente en un mundo donde lo civilizado parece no traer prosperidad. Época difícil donde es necesario elegir un bando. 

Necesitamos constructores de civilización. Es una actividad de tiempo completo.


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