Tengo la camisa negra, cantaba juanes y
por ello tuvo cierto cortocircuito semántico con alguna organización política Italiana
que veía (no, oía), a su tema; como una provocación fascista.
Por alguna misteriosa razón, las camisas
negras hieren todavía la susceptibilidad de algunas personas que siguen
viendola como un símbolo del salvaje régimen fascista de Benito Mussolini. No
importa que ya nadie lo recuerde. Y quizás ni siquiera importe que esa clase de
fascismo ya nunca pueda ser posible. Lo único importante parece ser la significación;
aunque la misma resulte absurda.
El sentido común podría decirnos que se trata de una práctica algo
imbécil. Pero en el fondo, tal comportamiento dista mucho de ser una
imbecilidad. Es algo bastante poderoso; es: Producción de sentido.
El mirar "entrelineas" es una práctica de interpretación
que suele resultar valiosa para inferir una verdad. Como toda verdad; su valía depende
solo de la calidad de sus premisas. Pero no siempre podemos estar seguros de
que tales premisas sean verdaderas y suele ser común que alguna falsedad nos
encuentre desprevenido y siembre en nuestro cuerpo de creencias, la semilla de
una idea construida con argumentos falsos.
Las peores atrocidades de la humanidad; suelen ser el material
perfecto para esta clase de producción de sentido. Benito Mussolini, Adolf
Hitler, la muerte de 6 millones de judíos a manos de los nazis, la dictadura
militar argentina, para nombrar algunas, tienen en común el hecho de que
alrededor de ellas orbita cierto prejuicio que las define automáticamente y NO
SE PUEDE VER MAS ALLA DE LO QUE REPRESENTAN. Hilar más fino choca rápidamente
con la barrera del prejuicio y la inmensa dinámica humana que puso a funcionar semejantes
barbaridades; nunca puede ser interrogado.
Existe cierta administración de estos productos de sentido. Pueden
incluso cobrar dimensiones sagradas. Un
buen ejemplo de ello; es en la Argentina el tema de los desaparecidos, que dio
pie a que Las Madres de Plaza de Mayo, cobraran dimensiones míticas. No importa para algunos el inmenso derrape que
dicha organización tuvo cuando se descubrieron asociada a ella, graves delitos
de corrupción. Su valor como símbolo contra la opresión, valen mas que unos
cuantos millones birlados a las cuentas públicas. Suponer que las dolidas
madres, recuperadas de su luto, se encontraron de pronto en posesión de un valiosísimo
instrumento de significado; suena a herejía. Bien se sabe que la divinidad no
se objeta, para los que creen y se produce, para quienes la poseen.
El kirchnerismo busca también inyectar su cuota de producción de
sentido, apelando a verdades construidas con argumentos falsos. Una muy
interesante la produjo, Pablo Feyman, el filósofo argentino que ha escrito
sobre Néstor Kirchner y su saga, insuflándole a la fabulación, la falsa verdad
apañada por su solida formación académica. Dijo en una entrevista de radio, que
el odio manifestado hacia la Presidenta Cristina Kirchner, obedecía más a la
envidia que a la situación social.
Pablo Feyman es un profesional de las ideas, y aunque cueste, hay
que definirlo como un intelectual. Su formación, su experiencia como docente y
su producción de textos, lo avalan para jugar en la liga de un pensador
profesional. Pero llama la atención, el escaso vuelo de su opinión, es evidente
que el hombre no tuvo tiempo para organizar un discurso más coherente y le salió
a las apuradas, una "significación entre líneas".
Batir la cacerola porque no se puede ser tan brillante como
Cristina Kirchner, es el típico ejemplo de una argumentación falaz, que se
aferra desesperadamente a alguna clase de verdad. Remite al psicoanálisis,
donde uno es prisionero de un inconsciente al cual solo el analista puede
develar. A cuanta más profundidad en la manifestación de la personalidad, mas
se manifiesta el ello, el cual siempre transforma su configuración construida
con trozos de traumas, en lógicas que disimulan sus reales intenciones. El
inconsciente juega a las escondidas, se divierte travistiéndose.
El astuto Feyman busca clavar un pequeño aguijón envenenado,
apelando al concepto del prisionero del ser. Busca proteger a su empleadora
respetando cabalmente la lógica Kirchnerista: Los problemas jamás están
adentro. Siempre vienen de afuera.
Extraña fusión se da entre la teoría psicoanalítica y la
izquierda. Muchos intelectuales le han echado mano para validar su concepto del
mundo. La izquierda tiene ese gran defecto de querer reducirlo todo a su intermediación,
a organizar la realidad en un cubículo rectangular donde lo que se elimina es
al individuo. Si este no es más que un prisionero del ser, un mero cuerpo ejecutante
de fantasías irracionales, entonces su opinión, obviamente no vale nada.
Es el síndrome de la camisa negra. Una canción de amor devenida en
discurso político gracias a la explotación de la interpretación. Hay que
tenerle respeto. Nada hay mas efectivo para coaccionar la libertad, que
desactivar la valía de las ideas personales insuflándole verdades, de dudosa
calidad.
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